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jueves, 8 de noviembre de 2007

EL MISMO MAR

Como apuntaba el pensador Gastón Bachelard, el hombre tiende siempre a bañarse en el río de su infancia, por muchos que haya conocido en el mundo. Es el caso de muchos artistas y escritores gaditanos que, como Alberti, Quiñones o Caballero Bonald, no sólo han reconstruido el paisaje de Cádiz como geografía de sus propias obras, sino como pretexto y motivación para desarrollar su aventura expresiva. Difícil es ya contemplar la bahía, escuchar el habla de nuestra gente o entender las tramoya de las bodegas y los laberintos de las marismas sin la aportación de estos autores. Nos han invitado a observar nuestro entorno desde otra mirada, y en algunas ocasiones nos han enseñado a mirar por vez primera. Hay músicas de Falla que guardan tras de sí la algarabía de las calles gaditanas o el batir de las olas del mar, como sucede en El retablo o en el Concerto, por mucho que estas obras pertenezcan al periodo “castellano” del compositor. Sucede otro tanto con la luz plateada que nos enfoca: la captamos mejor después del testimonio pictórico de Federico Godoy, Abarzuza, Francisco Prieto o el salvadoreño Pedro de Matheu, por no hablar de pintores contemporáneos como Carmen Bustamante, Pérez Villalta, Manuel Benítez Reyes o Hernán Cortés. El arte es una inevitable transacción, pues este surge del barro que le rodea y, una vez que ha tomado forma, se devuelve a sus orígenes.

El poeta Carlos Edmundo de Ory ha depositado parte de su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Nadie sabe en que consiste tal donación, que no debe ser desvelada hasta dentro de quince años. El propio escritor habló del secreto como símbolo de una larga partida de la que aún no se ha cansado de jugar. Un secreto –dijo- que inmediatamente debía ser olvidado por él mismo en el momento en que se cerrara la caja fuerte. Y es curioso que de las pocas cosas que habló para los asistentes al acto, se acordara dos veces de su tierra. Dentro de quince años –dijo- mi nombre quizás sea olvidado como este secreto y sólo sirva de rótulo de alguna calle de Cádiz. Es simbólico que yo que he venido tanto a este edificio cuando era banco, venga ahora con este secreto de mi vida, como lo es también que acabe viviendo en la localidad francesa de Thezy, que viene de Tarsis, igual que Cádiz, dijo.

Ory es quizás el poeta menos localista de todos los gaditanos. No abundan en su obra los cantos a su tierra natal, ni las referencias inmediatas a lugares concretos. Es más, todo se dilata hacia el exterior, hacia otras músicas y culturas, convirtiéndolo en uno de los poetas más exógenos de la lengua española. Pero el azul y el océano, la luz originaria y su primera mirada desde su cuarto en la Alameda señalaron su destino: “Desde muy adolescente en Cádiz en el Sur/ marchaba por las calles leyendo ciertos libros/ Las noches no dormía y pensaba en el mar/ y decidí ser monje en el futuro...” De esta manera se cumple un ciclo inevitable o una canción que eternamente retorna al mismo sitio, como al río de la infancia o en este caso el mar.