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miércoles, 5 de noviembre de 2008

BARAKA

No sé si Cádiz y su provincia notarán los efectos de la victoria de Barack Obama. Tal como nos lo han presentado los medios de comunicación, este espectáculo americano ha tenido más visos de milagro de Fátima que de unas elecciones presidenciales. Fin de un nefasto ciclo y principio de una era esperanzadora. Confiemos en que Barack proviene de baraka, esa palabra árabe que significa gracia, suerte y buena estrella.
Mucha baraka debe caer en Cádiz para que sus habitantes campeen el temporal que se nos avecina con decoro y, al menos, sin hambre. Cuando uno lee las cifras del paro en el rincón más al sur de la octava economía del mundo, siente un desconcierto e incluso un ligero escalofrío. Da la impresión de que en la reuniones de los grandes políticos, guardianes de la humanidad, sólo importan las cantidades macroeconómicas, las tasas de inflación, los activos tóxicos y todo tipo de nomenclaturas alejadas de nuestra cotidiana realidad, cada vez más pobre y necesitada. Tanto en Cádiz como en Pernambuco no hay nada que hacer. Nuestros destinos ya no está en manos de nosotros, ni de nuestros representantes políticos directos, sino de un puñado de hombres que diseñan el mundo, parten y reparten beneficios, cierran empresas, se gastan nuestro dinero y, cuando no se cosechan todos los beneficios que esperan, nos ponen de patitas en la calle, nos echan del trabajo y de la casa y nos birlan la calderilla que nos queda en el bolsillo. Sólo les abriga la luminosa idea de refundar el capitalismo para que todo vuelva a su redil.

Si el sistema económico, tal como se lo han montado desde hace casi un siglo, ha fracasado, por qué no inventamos otra cosa. Zapatero insiste en sentarse en la mesa con los veinte países que teóricamente tienen más que decir frente a la crisis, capitaneado por un anfitrión cabizbajo, derrotado y ridículo, que si el mundo tuviera vergüenza lo juzgaría por criminal de guerra. Supongamos que va y se abre un hueco entre Bush y Sarkozy con las tijeras de sastre en la mano. ¿Va a cortar el paño por el mismo patrón para que nada cambie? Creo que de lo que aquí se trata es de fundar otro modelo financiero, algo que ayude al hombre de la calle a ser más libre y, al mismo tiempo, más seguro. Seguridad y libertad tienen que ser dos conceptos paralelos y no antagónicos. Y no me refiero sólo a la seguridad en los aeropuertos, sino a la confianza del ciudadano en mantener su puesto de trabajo, su lugar de residencia, su educación, su sanidad y sus necesidades mínimas. La aportación de Zapatero, como la de cualquier dirigente socialdemócrata, consistiría en insistir en la resurrección de valores que se han tachado maliciosamente de obsoletos, como la solidaridad, el respeto al prójimo, el derecho a la dignidad y la convicción en el trabajo como el bien más preciado de nuestra economía. Que se acabe el tinglado de una feria montada exclusivamente sobre el consumo.

No sé si Obama ayudará a cambiar las cosas o si nos llevaremos algún chasco, pues lo primero que deberían hacer los políticos es luchar porque su representación sea la que le otorga el voto popular y no dejarse manipular como muñecos por los ventrilocuos de la banca y los grandes lobbys. Y eso es difícil en América y en el mundo. Desde este lugar del mapa desearíamos que todo cambie, no para que vuelva a ser lo mismo, como decía Lampedusa en El Gatopardo, sino más justo y mejor.