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miércoles, 8 de octubre de 2008

JOAN MARGARIT Y EL ALBA

Es buena noticia que el Premio Nacional de Poesía lo haya ganado Joan Margarit. Primero, porque es un gran poeta, y en segundo lugar porque el libro galardonado, Casa de Misericòrdia, está escrito en catalán, y es justo que el jurado otorgue su voto a la mejor obra del año publicada en cualquier lengua del Estado. Hace algunos años, los Premios Nacionales se dividían en varios apartados, uno por cada idioma, creando así unas alteraciones estadísticas que sonaban más a diplomas o menciones honoríficas que a un verdadero reconocimiento de todos. También el finalista de este año fue el vasco Jon Gerediaga, por su libro Jainkoa harrapatzeko tranpa, que ya fue laureado con el Premio de la Crítica. Parece, pues, que nuestro país se va normalizando en la convivencia de varias expresiones y lenguas, que en vez de producir rupturas y enfrentamientos, construye una cultura múltiple, compartida por todos los españoles.

Casa de Misericórdia está traducida al castellano por el propio autor, ya que se trata de un escritor perfectamente bilingüe, que empezó escribiendo en los dos idiomas, aunque no todos los escritores son capaces de verter sus versos en otra lengua que no sea la original, por mucho que la hablen y conozcan. Se trata de un conjunto de poemas escalofriantes, desoladores, compuestos con la compasión y la memoria de quien ha vivido los años baldíos de la posguerra franquista, y pudo comprobar el dolor, el hambre y la miseria de mujeres y niños huérfanos pidiendo un trozo de pan, una manta para soportar el frío o un poco de cobijo en una de esas casas que se dedicaban a la caridad y misericordia. Tiene Joan Margarit una virtud, consistente en transformar el sufrimiento humano en algo bello, sin edulcorar la crudeza de la realidad. Sabe mostrarnos el mundo como un espejo de nosotros mismos y, al tiempo, devolvernos un poco de esperanza, porque nos recuerda que la naturaleza humana tiene la capacidad de sobreponerse a la derrota y el escarnio. En el poema “El buscador de orquídeas”, el poeta-arquitecto nos habla de cómo en su adolescencia, aburrido de los libros de arquitectura, lee Mein Kampf, de Hitler, para comenzar por lo más sucio de la literatura y sumergirse en la vulgaridad de las palabras. Sin embargo: “Fui allí donde encontré la poesía,/ difícil y sin falsas esperanzas./ He hecho siempre como el jabalí,/ que busca y, delicado, come el bulbo,/ también llamado el orquis, de la orquídea.”. Lo mismo ocurre con su libro Joana, que toma el título del nombre de su hija, y donde evoca los momentos últimos de su joven vida tras una larga enfermedad. De las más sobrecogedoras y penetrantes entregas de los últimos años, el autor saca a la luz de su triste experiencia, el amor, la complicidad de ambos, la sonrisa, la comprensión y la memoria: una memoria que desea mantener siempre y que jamás se enturbie, porque somos aquello que hemos sabido amar, aunque sea en el dolor. A ese libro pertenece “El alba en Cádiz”, poema que escribió en una de sus visitas a la ciudad para leer y hablar de su obra, y que publicó por vez primera en castellano en RevistAtlántica de poesía: “Delante del hotel el mar brumoso./ Las largas líneas de la espuma gris/ dibujan una barra de arrecife/ ante la balaustrada de la playa./ He oído tu nombre pronunciado/ en la lengua del mar. Y dice que te vas..."

2 comentarios:

Diego Fernández Magdaleno dijo...

Una buena noticia, desde luego.
Saludos,
Diego

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo.
Un abrazo.