Vistas de página en total

martes, 23 de octubre de 2007

LA IGNORANCIA

El desconocimiento de las cosas suele conllevar cierta arrogancia, hasta el punto de convertirse en un peligro para la humanidad. Ocurrió en tiempos de la Inquisición, cuando algunos sostenían que la tierra giraba alrededor del sol y no al revés, y ocurre ahora cuando, a pesar de pruebas fehacientes y amenazadores vaticinios, continuamos ayudando a calentar el planeta y acabar con sus recursos naturales, por medio de todo tipo de detritus contaminante. Aquello que no conocemos no existe. O por lo menos, como agnósticos del medio ambiente, no nos preocupa. E incluso nos permitimos hacer chistes y bromas de cuanto es objeto de nuestra ignorancia. De todas formas, hay colectivos más proclives al fácil chascarrillo que otros. Los hispanos de ambos lados del Atlántico pecamos, por ejemplo, del uso de la descalificación. Recuerdo que cuando le otorgaron el Premio Nobel a Jaroslav Seifert –uno de los grandes poetas europeos del siglo XX-, muchos intelectuales latinos despotricaron públicamente por haber desperdiciado la oportunidad de habérselo concedido a Borges en vez de a un escritor anónimo. “A mi no me suena-fue la frase más común entre los encuestados- así que no debe ser muy allá.” A ciertos sectores de la derecha española le ha pasado lo mismo ahora, con ocasión del último Premio Cervantes. He escuchado y leído varias opiniones que se repliegan en la misma consigna. Es decir, todo lo que se prima, reconoce o dispone bajo este gobierno obedece a intereses espurios movidos por un odio ancestral que su presidente se empeña en revivir. La mayoría de esta gente no sólo no ha leído dos líneas de Antonio Gamoneda, sino que pone en duda su valía literaria por el hecho de ser amigo del padre de Zapatero. O porque, como no podía ser menos, el poeta es de izquierdas y, además, pobre, pasó frío en su infancia y tuvo que trabajar en el carbón y en la oficina. Según sus criterios, al jurado del galardón más importante de la lengua española deberían ponerle cotas: no votar por personas que hayan escrito silenciosamente su obra sin concesiones a la galería y sin alharacas públicas, ni que le unan lazos de amistad con la familia del presidente de gobierno si, al menos, este es socialista.
Ni falta hace decir aquí que Gamoneda es una de las voces más profundas de nuestro tiempo. No hay otro poeta capaz de hablar desde dentro del desgarre humano como él lo hace. Lo que pasa es que siempre navegó a contracorriente de modas e imposiciones estéticas y, tras muchos años de silencio, su libertad se alza sobre todo tipo de sujeciones y prejuicios nacionales. El hecho de que muchos lectores no hayan podido disfrutar de sus versos no es un demérito del poeta, sino de una endogámica cursilería paleta que permanece en nuestro país desde que la instauraron los Reyes Católicos. Se ignoró a Almutamid, lo mismo que a Góngora, a Blanco White o a Cernuda, queriendo hacer de la historia un árbol genealógico lleno de los mismos apellidos. Pero al final, esas personas desconocidas, solas y raras, acaban desterrando ese rancio desdén empecinado en la ignorancia.

No hay comentarios: