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miércoles, 12 de marzo de 2008

PARTIDA DE PÓQUER

Desde que los especialistas americanos en telegenia señalaran que Nixon había perdido el debate frente a Kennedy por no haberse afeitado lo suficientemente a tiempo, la sustancia ideológica de los programas políticos ha ido perdiendo fuelle conforme avanzan las técnicas de la imagen y la publicidad. Cada vez parece importar menos el balance de una gestión o el proyecto de un determinado partido, y todo es similar a una partida de póquer, donde los faroles y la astucia de los contrincantes cuentan más que sus respectivos bagajes históricos y trayectorias personales. El debate celebrado entre nuestros dos principales candidatos fue minuciosamente montado por todos los implicados, pero especialmente por un sector profesional de nuestra sociedad, empeñado en conducir al ciudadano por la senda de lo puramente ornamental y anecdótico, con la clara intención de desideologizar su opción política y remplazar su postura ética por una cuestión azarosamente estética, que tenga más que ver con los colores de las corbatas de los protagonistas que con aquellos que simbolizan sus banderas.

Es curioso que en países como Estados Unidos, con uno de los mayores niveles de abstención electoral del planeta, las familias se reúnan frente al televisor para celebrar los debates electorales como si fuera el Día de Acción de Gracias, saldando así sus deudas ciudadanas con la democracia. El debate cumple entonces la función de un paraguas engañosamente global y participativo, al que nadie debe eludir por miedo a quedarse fuera de un evento festivo que será motivo de comentarios y conversaciones en días sucesivos y de los que no conviene quedarse fuera. No se ha comprobado que por medio de los debates televisivos la participación aumente en las elecciones americanas, ni siquiera que sirva de información o aclaración de ideas a los posibles electores. En España estamos aún lejos de estos síntomas, pero preocupa el hecho de que todos los preparativos, formatos y jaleos mediáticos se parezcan cada vez más a lo que allí ocurre. Es como si se organizara otra campaña dentro de la campaña, destinada a alterar la vida del vecino por una hora, de la que tiene que sacar las últimas conclusiones a cara o cruz; una campaña dirigida por otros mandamases que no responden del todo los diseños de los partidos en liza, sino a unos intereses superiores que tratan de reducir la política abierta para todos a una sesión televisiva ajena a nuestras decisiones, abandonada a la suerte de dos jugadores de póquer. En el debate del lunes, no obstante, quedó claro que aún existen actitudes que nos conducen al progreso, a preservar la educación o la sanidad públicas, a ser más cuidadosos con los más débiles, más tolerantes con los diferentes, más esmerados con el planeta, más solidarios con el emigrante y más respetuosos con la memoria colectiva, frente al engaño, la privatización absoluta, la máscara del falso patriotismo para administrar sus intereses, el carcundeo, los privilegios egoístas y la lucha contra el recuerdo hasta borrar de un plumazo la historia que más les incomoda. Aún se puede apostar por la partida
Publicado el 29 de Febrero de 2008

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