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martes, 9 de octubre de 2007

EL SANTO CALOR

Está claro que una de las diferencias más notables entre el norte y el sur es la temperatura. El frío y el calor no sólo influyen en las costumbres cotidianas de sus respectivos habitantes, sino en los más recónditos aspectos del comportamiento, desde la economía hasta la sexualidad. Entendemos que tanto los largos anticiclones como las insistente borrascas incidan, por ejemplo, en la manera de comer o en la forma de llevar la gorra, pero es más chocante que determinen los sentimientos religiosos de toda una comunidad. Uno se imagina que a Dios debe darle lo mismo los cuarenta grados del verano andaluz que los gélidos parajes de los fiordos nórdicos. Pensará que cada uno se las apañe como pueda para hablar con la Providencia, pues él ya ha hecho lo suficiente con traernos al mundo, no importa a qué parte. La realidad es que el frío invita a quedarse en casa y a mantener sosegadas y profundas conversaciones con el contertulio, ya sea un amigo o el mismísimo creador. El calor, sin embargo, anima a salir a la calle hasta altas horas de noche y proclamar la fe a los cuatro vientos, bien en forma de romería, verbenas o procesiones. Que se lo digan a Cádiz si no, que en lo que va de verano ha coronado a vírgenes, exclamado pregones y mecido imágenes por sus calles, como un mágico estiramiento de su Semana Santa, y uno no sabía de pronto si ponerse el bañador o el capirote.
Se han escrito muchas páginas ensalzadoras del extrovertido carácter andaluz y de la exaltación de su expresión religiosa. Y todo por el calor. Si nos fijamos bien, la mayoría de las manifestaciones populares andaluzas tienen que ver con la religión, y en todas ellas la Iglesia regentea, aunque a veces las autoridades episcopales reprendan a sus fieles por un excesivo profanamiento de la tradición. Resulta lógico que los pastores se preocupen por el rumbo de su rebaño. Lo que no encaja muy bien es que todo este tipo de acontecimientos sean promovidos, subvencionados y multiplicados por las administraciones locales o comunitarias, que se suponen que velan por los intereses de una sociedad laica como la nuestra. No hay una televisión pública en el mundo donde se le conceda tanto espacio a curas y capillitas como en Canal Sur, para después que vengan a reclamar objeción de conciencia ante una tibia asignatura, en la que pueden también mangonear, como en las procesiones. Deberían los responsables de la emisora autonómica comenzar una verdadera “educación de la ciudadanía” demostrando a sus telespectadores que la verdadera cultura andaluza va más allá de un Jueves Santo, un Rocío, un Corpus o una cofradía que se echa a la calle en pleno verano para conmemorar la erradicación de la peste hace 325 años, y objetar ya de una vez por todas. Será el santo calor.

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